Directo al norte: Vacaciones analógicas y mi cruzada antitecnológica

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Después de las vacaciones decidí que, una vez que haya perdido o roto este teléfono celular, no tendré uno nunca más. En lo personal, y a salvedad de lo que de trabajo se trata, soy bastante “análoga”. Sin embargo, la cuota de diversión se la daba Luis, mi novio, quién no puede vivir ni un sólo minuto sin Internet (AKA los diseñadores son unos locos).

- ¿Pero cómo voy a saber dónde estás?
- Porque te voy a decir en dónde estaré.
- ¿Y si cambias de planes cómo me entero?
- Porque te voy a avisar-dije, y punto final.

Me desconcierta lo dependiente que es todo mundo de los instrumentos comunicativos: se supone que existen para estar más cerca de otros, pero a veces nos volvemos esclavos de los objetos y no nos detenemos en lo simple que es ser más espontáneo.

Hace rato que andaba con esa inquietud y, de prueba, acordé conmigo misma no llevar el teléfono a mis vacaciones (en mi trabajo no saben marcar el límite entre el descanso y la jornada), así como tampoco echar al bolso la cámara digital y el séquito de accesorios que lleva (cargador de batería, cable conector, el pc para bajar las fotos!). Me iría rumbo a la playa dos semanas sin un sólo instrumento tecnológico que me recordara la ciudad y su insufrible ruido.

En la maleta iban mi Olympus Trip 35, mi Canon EOS500 y una Kodak de 7.500 pesos chilenos (unos 11 dólares) adquirida en el terminal de buses. Allá nos esperaban los más análogos y veraniegos del mundo: Panda un gran amigo cinematógrafo y colega y su novia Maca, que es profesora de artes.

Coquimbo estaba radiante: sol todos los días, aguas temperadas y un montón de playas en los alrededores a las cuales visitar con el único equipo de un quitasol y una toalla. Decidí andar a pie lo más posible (no pude llevar la bicicleta ante los alegatos de Luis, que ama la suya, pero no tanto como para llevarla en un viaje de 6 horas en bus), así que sólo tomamos bus para ir a otra región más alejada y seguir caminando. Vale mencionar que Coquimbo es la única ciudad en Chile, aparte de Santiago, que tiene una mezquita. Fue donada por el gobierno de Marruecos y representa un hito turístico de la ciudad desde hace algún tiempo.
El lugar más preciado al que ir era Tongoy: un balneario chileno que tuvo importante fama en los 60s, en el cual pasé muchos veraneos de infancia y Luis muchos de adolescencia. Tongoy tiene una de las mejores playas de toda la región, “Socos”, así que siempre está lleno de gente de todas partes durante los meses de vacaciones. Estando allá sin celular ni otras tecnologías recordé muy intensamente los días de mi niñez pasados ahí, en los cuales un caramelo playero y un balde de plástico era suficiente para hacerme feliz.
Credits: carolin

Descubrimos muchos rincones en estas vacaciones: a continuación agregaré algunas fotos, pero pueden verlas todas en mi álbum DE COQUIMBO SOY

Credits: carolin

Ahora, en un par de semanas, nos vamos unos días a Valparaíso: esta vez con mi bici, espero repetir la grata sorpresa que fue encontrarme con mis raíces y disfrutar de manera plena un espacio al cual llego nuevamente como visitante.

Las fotos, como ya se imaginarán, están garantizadas :)
Saludos y espero volver a escribirles pronto :D

escrito por carolin en 2011-03-25

4 Comentarios

  1. rudemuinho
    rudemuinho ·

    muy guapo @carolin!!!

  2. carolin
    carolin ·

    Gracias :D!!!
    Lo postié muy tarde, pero la idea no es ganar, sino que que lo lean :)

  3. makny
    makny ·

    que envidia de vacaciones!!!
    ;D

  4. carolin
    carolin ·

    Sí!!! La Región Metropolitana es la única en Chile sin salida al mar, razón por la cual es un lujo enorme poder pasar unos reparadores días de playa :D