El poder de la nostalgia
14 8Pues sí, la eterna juventud, eso que tantos han perseguido a lo largo de la historia. Yo tengo el secreto de ella y no residen en beber del agua de ninguna fuente, ni sufrir ningún tipo de sortilegio. En mi caso el secreto para mantener la eterna juventud reside en utilizar, no podía ser de otra manera, una cámara fotográfica, en concreto una veterana (más de treinta años la contemplan) Minolta SRT101.
Supongo que os preguntaréis qué encanto encierra mi vetusta Minolta SRT101 para haberse convertido en mi más preciado tesoro. Os cuento, muchas son las cámaras que tengo en casa, pero de todas ellas sólo una me ha acompañado desde la niñez y esa es la reflex Minolta que mi padre utilizaba para hacer los retratos familiares en los años 70’s. No hace falta mucho más, el haber pertenecido a mi padre hace que para mí esta cámara tenga un valor sentimental incalculable, recuerdo perfectamente la ilusión con la que le hacía fotos a su mujer y sus niños en otros tiempos y ahora me veo reflejado totalmente en su actitud. En casa siempre comentaron que de los dos hermanos yo era el más parecido a mi progenitor, en la adolescencia esto no era más que un motivo de rabia, por aquello de estar inmerso en un etapa rebelde de la vida, pero ahora, viendo el horizonte de los 40 a una todavía prudente distancia y habiéndose convertido mi padre en un jubilado, para mí es motivo de orgullo haber heredado algo de él, no sólo su cámara fotográfica.
Hay detalles que se te clavan en la memoria, en mi caso el sonido del obturador de la Minolta SRT101, recuerdo que durante años hacía fotos sin carrete alguno cargado en la cámara, sólo para escuchar el sonido del obturador lanzándose a capturar la preciosa instantánea. Su mecánica japonesa, quizás menos atractiva a los ojos del lomógrafo que la de las cámaras rusas, es pura precisión, con decenas de miles de disparos a sus espaldas aún no muestra signo alguno de fatiga.
Un día llegó el momento, le pedí a mi padre su veterana Minolta SRT101 y por fin la tuve entre mis manos para siempre, no voy a mentir, cuando llegó el momento sufrí un pequeño desengaño, había idealizado esta máquina y después de tantos años en la memoria me encontré con una cámara algo sucia, sin tapa cubriendo su estupendo objetivo Rokkor de 50mm y con una palanca de avance algo perezosa. Aún así probé a hacer una foto y después de escuchar de nuevo su obturador me pareció tener otra vez diez o doce años, nunca limpiar algo me produjo tanta alegría y llegado el momento de su reestreno pasé todo el día disparando sin cesar, con la emoción de pensar que me ponía en la piel de mi padre. Lamentablemente la pila de mercurio que alimentaba el fotómetro de la cámara hacía años que había muerto, de modo que no obtuve unas mediciones de luz fiables y esos primeros rollos salieron algo raros. No importó, de hecho aquí os dejo algunas imágenes de aquel día, aún con todas sus imperfecciones creo que estas fotos siempres serán especiales para mí.
escrito por soleado en 2011-03-24
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