RELATOS DE TERROR - EL ÁRBOL VIVO

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“Una noche, por la senda solitaria caminaba…”

Iba recordando un hermoso poema mientras paseaba con mi perro.

Había infinidad de olores, perfumes embriagadores que me incitaban e pensar en otros mundos, otras vidas, otras sendas…

El aire, suave, apacible, se convertía en una tenue brisa que envolvía la noche en una mágica velada de otoño.

Me interné en el bosque, oscuro, solitario, inmenso. Entonces, la brisa se convirtió en un murmullo de árboles.

Escuchaba sus gritos, y su agonía, y por un momento, no sé cómo ni por que, quise ser árbol.

Entonces, descubrí algo inhumano, aislada del mundo, en un silencio infinito, roto por el eco del viento meciendo las ramas, descubrí un hermoso tronco, era como un coloso, el más vetusto, lleno de nudos y estigmas, y me arrimé a él, intentando sentir sus vibraciones.

Mi pecho sentía una dulce opresión, mis sentidos estaban a flor de piel, y el corazón latía fuerte.

Le abracé como pude, tratando de percibir su fuerza, y transmitirle mis sentimientos mientras miraba al infinito de su copa, que parecía perderse en el cielo. Entonces él, con su magia delicada e impune, se apoderó de mí, transmitiéndome toda su energía

Entonces me sentí árbol, y vi pasar el tiempo a través de las personas, de la luz, de los pájaros., del propio tiempo. Era inmensamente grande, inmensamente poderosa, el viento me golpeaba, pero yo apenas lo sentía, comprendiendo que había alcanzado una nueva vida en otra dimensión…

De pronto, sentí las ramas apoderándose de mi ser, sin poder hacer nada, sentía la savia recorrer mis venas, y lejos de hacerme daño, eso me alimentaba. Era persona, y era árbol, pero yo quería seguir siendo libre…

Luche por desasirme de sus brazos rugosos, del tibio licor que ya circulaba por mis venas, pero era imposible desasirme de las raíces que empezaban a trepar por mis piernas.

MI lucha era en vano, porque ya no era yo, sino que formaba parte de aquel coloso, del que ya nunca jamás podría desprenderme hasta que no me talasen, o me partiese un rayo en dos, para terminar carbonizada en cualquier lumbre. Cerré los ojos, las hormigas subían por mis pies, se apoderaban de mi cuerpo, me recorrían, buscaban rincones y hendiduras para hacer su casa. Los pájaros saltaban de brazo en brazo, preparando su nido, ágiles y cantarines mientras que yo, me había convertido en una esclava de mi propio ser.

Un frío penetrante me paralizaba, las hojas iban cayendo lentamente, dejando cada vez más al desnudo mi extenuado cuerpo, intenté hablar, pero de mi boca, acorchada, no salía frase alguna.

Entonces cerré los ojos, y grité cuanto pude. Fue un grito eterno, desgarrador, que se clavaba como un puñal en todos mis sentidos.

Cuando abrí lo ojos, estaba tendida en el suelo, a los pies del árbol centenario y hermoso, se acercó mi perro y lamió mi mano. Estaba agotada, apenas sin fuerzas, pero conseguí levantarme y huir de aquel inhóspito lugar…

Llegué a casa, y me quedé unos segundos apoyada contra la puerta, escuchando como un acompasado estertor, mi propia respiración, frotando mis manos, tocando cada aparte de mi cuerpo para cerciorarme de que estaba viva, y de que todo no había sido sino una pesadilla.

Sí era yo, estaba viva.

Me miré en el espejo, y se me heló la sangre. No había sido un sueño. Aquel árbol, el vetusto, el rugoso, el impresionante árbol centenario, aquella noche había tomado vida, y me había poseído.

escrito por littlekoala en 2011-10-27

4 Comentarios

  1. vgzalez
    vgzalez ·

    Vaya escalofríos que me han dado leyéndolo!!! Qué pasada, Leyre!

  2. robter
    robter ·

    .............impresionante!

  3. rudemuinho
    rudemuinho ·

    muy muy guapo!

  4. littlekoala
    littlekoala ·

    gracias chic@s!!! @vgzalez, @robter, @rudemuinho el texto es de mi madre, que se inspiró con esta foto que le hice yo. Asi que estamos bien compenetradas, es trabajo en equipo! :)